Opinión
Mamdani y el regreso a lo que importa
La reciente victoria de Zohran Mamdani en la alcaldía de Nueva York no fue un simple cambio de mando: fue una ruptura. En el corazón financiero del mundo, donde la rentabilidad suele imponerse como única doctrina, irrumpió alguien que habló de otra cosa: de la necesidad de que la política vuelva a servir para mejorar la vida de la gente.
Su triunfo tiene poco de milagro y mucho de veracidad: la de marginados que sufren, la de familias que pretenden vivir mejor, la de millones que no llegan a fin de mes y buscan una respuesta concreta, no un eslogan.
Mamdani no ganó con promesas abstractas ni con un relato épico. Ganó con tres ideas claras - congelar alquileres, transporte gratuito, cuidado infantil universal - y una campaña basada en la cercanía. Tocó millones de puertas. Escuchó más de lo que habló, y ese ejercicio de empatía lo convirtió en estrategia funcional. En un tiempo en el que todo parece extremo, eligió la moderación de lo humano.
Su victoria no pertenece a una etiqueta ideológica, sino a una forma de entender la política: como una herramienta para lo cotidiano. Frente a la bronca o el desencanto, ofreció algo diferente: una esperanza práctica.
Y ahí aparecen, tal vez, algunas lecciones que podrían aplicarse en la Argentina de hoy.
El esquema libertario consolidó su fuerza porque cuenta con una narrativa clara y consistente. El presidente Javier Milei repite, con convicción, un mensaje que muchos comprenden sin esfuerzo. En esa claridad está el poder del renovado discurso de la derecha y sus diferentes canales de expresión.
En consecuencia, la oposición a este esquema no puede limitarse a la estrategia de la negativa. No es viable ni convincente un alternativa que solo apunte a “frenar” el tren libertario.
El problema no es la falta de crítica, sino el vacío de la propuesta creíble. La opción que necesita el país es la que, con la misma contundencia del modelo que critica, hable de lo que pasa en la mesa, el colectivo, el trabajo, el alquiler. La gente exige la certeza de soluciones reales y posibles, no debates dogmáticos.
Liderar hoy no es declamar valores abstractos; es edificar confiabilidad. Lograr sintonía con lo que pasa en la vida diaria. Prometer lo que se puede cumplir. La credibilidad se gana con coherencia, sentido común y una narrativa que suene posible.
El humanismo, la empatía y la solidaridad son la base de una agenda funcional y realizable, no una mera ingenuidad política.
La clave es no estancarse en la crítica y el lamento: participar, involucrarse, aportar, acercarse. Hacer política, en el sentido más noble y terrenal del término. Volver a hablar con el otro - principalmente con el que comparte las mismas inquietudes pero piensa diferente - y recuperar la idea de comunidad.
Porque la verdadera resistencia no se grita: se ejerce cada día, al intentar - contra la frivolidad y el cinismo - construir colectivamente un futuro que valga la pena.
Mamdani demostró que aún hay espacio para eso. Para mirar la vida sin cinismo y volver a hacer política desde ahí: desde lo que importa.



