Elecciones 2025
Votar no arregla todo. Pero no participar no arregla nada
La desconfianza se volvió idioma común. “Todos son iguales”, “votar no sirve”, “la política es corrupta”. Frustraciones sobran. Pero convertir el enojo en renuncia fortalece lo que rechazamos.
Cuando la ciudadanía se retira, el vacío lo ocupan quienes juegan siempre: aparatos partidarios, lobbies sectoriales, corporaciones con poder económico y redes clientelares que cuidan sus ventajas, no el bien común.
“Todos son iguales” funciona como coartada para no comparar. La democracia no pide devoción; pide contraste: ideas, equipos, prioridades, resultados. Si fueran idénticos, no habría disputas por el presupuesto ni diferencias sobre qué se financia y qué se posterga. Generalizar es cómodo y falso.
“Votar no sirve” tampoco se sostiene. El voto no es magia: es control democrático. Decide quién maneja la lapicera y con qué rumbo; ordena prioridades, abre y cierra etapas, condiciona decisiones. No corrige todo en un día, pero define quién responde por lo que hace y cómo.
“La política es corrupta” es un diagnóstico serio, aunque a veces pone la mirada de un solo lado del mostrador y no profundiza sobre complicidades, intereses y consecuencias. De cualquier modo, se enfrenta con reglas, transparencia y justicia. Nada de eso funciona con la ciudadanía ausente. La apatía es el hábitat de la impunidad.
Por eso la abstención nunca es neutral. Cuanto menos votan los ciudadanos, más pesan los intereses mejor organizados. Después llega el lamento: “nadie nos escuchó”. El mensaje no faltó: se eligió el silencio cuando había que hablar.
Votar es participar de una decisión común. Es decir “esto sí, esto no”, poner límites, premiar o castigar gestiones. Incluso el blanco o el nulo, cuando son deliberados, dicen algo. Ir a votar es tener voz; no ir es cederla.
Ese día todos valemos lo mismo. En la fila compartida, en el aula de la escuela, en la marca del casillero, se afirma una idea sencilla y poderosa: convivimos y resolvemos diferencias con reglas. Una multitud de personas comunes haciendo algo extraordinario: elegir juntos cómo sigue la historia.
Este domingo, sostengamos una convicción simple: votar no arregla todo, pero no participar no arregla nada. Informarse, elegir y exigir después. Con serenidad —y, si se puede— con alegría. El voto no es el final de nada: es el comienzo de lo que viene.
Luis Santana (Periodista, asesor en comunicación institucional y política, docente de Ciencias Sociales)

